martes, julio 12, 2005

Bitácora de esperanzas.

Día 2

Hoy fue un día hermoso, realmente hermoso. La brisa fresca de invierno soplaba tranquila y el sol calentaba lo que tocase. El cielo brillaba precioso, una cristal traslúcido y precioso al firmamento dormido en su noche eterna.
Me hubiese gustado salir…, pero no tenía a quien llamar. Me limité a mirar por el balcón, y salir unos minutos para hacer unos trámites. El río, el parque, por qué no solo la avenida, me esperaron, pero no fui.
Me doy cuenta que aún en mis últimos días aquí, no tengo nada que cerrar, ninguna herida abierta, ninguna despedida, nada. Estoy intacto, y no me va a doler la partida, porque no tengo que extrañar.
Quizá entienda alguna vez, cuando por fin toque el fondo de la soledad, la razón que me hizo llegar hasta este punto. Al menos podré culparme con alguna justificación, ya no solo por la impotencia de no saber cual es el problema.