viernes, julio 15, 2005

Bitácora de esperanzas.

Día 5

Reconocer la belleza no es siempre fácil. Es como la revelación de un dios caprichoso. Si uno reza y desea con la suficiente fuerza poder verla, aparece un día, aunque bien podría no aparecer. No es tampoco que no esté ahí, porque como un dios, es omnipresente, pero es solo que no la notamos, y necesitamos una mano del destino, la casua/causalidad, o que la vida nos de una buena piña en la jeta para abrir los ojos.
Las cosas están tensas con algunas personas, pero trato de tomarmelo con soda. Sigo usando la música como calmante, porque si no los nervios me comerían vivo, pero ahora ya sé que algún día tengo que dejarlo. Tendré que hacer un esfuerzo de voluntad.
Me sentí muy capaz hoy, estuve a punto de decir algo por primera vez, pero no lo hice, y me di cuenta medio tarde de cómo hacerlo. Ojalá se me presente otra oportunidad, y esté tan corajudo como en estos días para soportar la presión, porque, hey, soy de carne y hueso, no de acero.
Definitivamente, el péndulo regresa, la aguja avanza, yo crezco un poquito más, un centímetro, medio año. Tal vez si voy a extrañar algunas cosas después de todo: la niñez, la adolescencia, el dolor y la superación.
¿Se puede extrañar la Soledad?, ¿me extrañará ella a mí?
Ya veremos…